Mario Sabugo centró su discurso de presentación como Académico de número de la AcAU en el concepto de sentido común y su relación con la filosofía, el lenguaje y la arquitectura. Su exposición fue parte de un encuentro virtual realizado el 19 de mayo de 2021. Sabugo ocupa el el Sitial número 4 “Mario J. Buschiazzo”.
A continuación el discurso completo
Apuntes para un elogio del sentido común
Por Mario Sabugo
Ante todo quiero declararme honrado por mi incorporación a esta Academia de Arquitectura y Urbanismo, en la cual por feliz coincidencia me toca ocupar el sitial denominado Mario J. Buschiazzo, fundador del Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estéticas de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de Universidad de Buenos Aires, que es la sede de investigaciones que me ha tocado dirigir en los últimos años.
Este discurso de presentación académica se titula “Elogio del sentido común” y se refiere a un asunto habitualmente mencionado en múltiples esferas culturales pero que tal vez no haya atraído la debida atención sobre todas sus implicancias y complejidades. 1
En el ámbito de la arquitectura y el urbanismo la pertinencia de la cuestión está evidenciada por las reiteradas proposiciones formuladas en los discursos tanto generales, como proyectuales y didácticos en particular, de ruptura con el sentido común, postulando su carácter de obstáculo para la innovación y eficacia de las actuaciones disciplinarias.
En algunos casos, el sentido común es una expresión colocada de manera casual encabezando una argumentación dando por sentado que la vinculación se explica por sí sola. En otros casos, no hay mención literal del sentido común sino que se recurre a eufemismos, sean las ideas y hábitos ajenos a las circunstancias, sean las fórmulas remanidas, sean otras enunciaciones por el estilo.
Así las cosas, este discurso pretende poner de manifiesto que la cuestión del sentido común que es, como ha señalado Clifford Geertz, un problema mayor de la sociedad y del lenguaje, no lo es menos en cuanto a la arquitectura y el urbanismo. 2
Las indagaciones acerca del sentido común tienen una extensa trayectoria en la filosofía y en otras disciplinas humanísticas, entre ellas la sociología y la antropología, abarcando una significación, más antigua, de un sentido propiamente dicho y también la significación más reciente, de un saber establecido como construcción social, siendo esta última la más apropiada para las proposiciones de este discurso.
La primera definición del sentido común se suele atribuir a Aristóteles, que distingue los objetos sensibles particulares, que son percibidos por cada uno de los sentidos, de los objetos sensibles comunes, para los cuales se combinan varios sentidos, como por ejemplo los comestibles, en cuya percepción intervienen el gusto, la vista y el olfato. En el segundo caso actúa un sentido común entendido como la facultad cognitiva que permite juzgar al objeto como totalidad en todos sus aspectos, incluidos aquellos que lo relacionan con la sabiduría práctica, es decir con la frónesis aristotélica. 3
De antigüedad semejante, pues aparece en uno de los diálogos platónicos, es un relato que alude irónicamente al sabio cuando se enajena del sentido común.
“Es lo mismo que se cuenta de Tales… Este, cuando estudiaba los astros, se cayó en un pozo al mirar hacia arriba, y se dice que una sirvienta tracia, ingeniosa y simpática, se burlaba de él, porque quería saber las cosas del cielo, pero se olvidaba de las que tenía delante y a sus pies” 4
El sentido inmediato del cuento remite a la conocida figura cómica del “sabio despistado”. Pero alberga también un segundo sentido que aconseja a los expertos a que, sin abandonar sus investigaciones, no dejen de lado la vida cotidiana. La sirvienta tracia, sonriendo ante el tropiezo del filósofo, representa en este cuento el sentido común y más en general la sabiduría popular.
Aquella concepción aristotélica del sentido común domina la filosofía, la psicología, la medicina y la estética hasta la Edad Moderna. Aunque Santo Tomás y los escolásticos ya vislumbran que el sensus communis naturae no es una facultad limitada a la psicología individual sino más bien un conjunto de certidumbres compartidas entre muchos individuos, abriendo por consecuencia una perspectiva social.
Esta connotación social del sentido común se irá convirtiendo en su interpretación predominante, tal como afirma René Descartes (que a la vez instala la versión francesa de bon sens, extendida al italiano como buon senso):
No hay nada tan repartido en el mundo como el buen sentido; cada cual piensa que lo posee en tal alta proporción que aún aquellas personas más difíciles de contentar cuando se trata de cualquier otra cosa, se sienten satisfechas con el que les ha tocado en suerte y, por lo general, no desean aumentarlo.
No es verosímil que todos se equivoquen en esta cuestión, y eso prueba más bien que la facultad de juzgar con tino y distinguir lo verdadero de lo falso, o sea esa facultad llamada comúnmente buen sentido o razón, es igual por naturaleza en todos los hombres. Así pues, la diversidad de nuestras opiniones no se debe a que unos sean más razonables que otros, sino tan solo a que nuestra inteligencia sigue caminos diversos y a que no consideramos las mismas cosas.” 5
El primer gran teórico del sensus comunis entendido como elemento fundante y cohesivo de las sociedades fue el pensador napolitano Giambattista Vico:
“El sentido común es un juicio sin reflexión alguna, comúnmente sentido por todo un orden, por todo un pueblo, por toda una nación, o por todo el género humano.” 6
Avanzan en este camino abierto por Vico los filósofos de la escuela escocesa encabezados por Thomas Reid, que escribe su “Investigación sobre la mente humana según los principios del sentido común”; también la obra de Thomas Paine titulada “El sentido común”, editada en Filadelfia en 1776 y que contribuyó ideológicamente al movimiento independentista de las colonias norteamericanas.
Son complejas las vinculaciones de grandes filósofos como Kant y Hegel con la noción de sentido común. Para el primero, es un don envidiable, aunque debe ser sometido a una confrontación racional con los hechos. Para el otro, hay un “espíritu objetivo” como andamiaje necesario para la constitución de una sociedad, a la manera del sensus communis de Vico.
Párrafo aparte merece el llamado materialismo histórico, que dificilmente puede estudiar positivamente el sentido común ya que tiende a subestimarlo como mero producto de la alienación. Dentro de esa corriente ideológica, es Antonio Gramsci el que más se acerca a una exploración concreta del sentido común, aunque sin terminar de desprenderse de una apreciación negativa, tachándolo de conocimiento dogmático y conservador.
Henri Bergson directamente insta a que las disciplinas humanísticas apelen continuamente al sentido común, pues es la facultad de juicio que permite orientarse en la vida práctica, en la línea del cuento de Tales de Mileto.
“Geometría y lógica son rigurosamente aplicables a la materia. Allí están en su casa, pueden marchar completamente solas. Pero fuera de ese dominio, el razonamiento puro necesita ser vigilado por el buen sentido, que es otra cosa completamente distinta.” 7
Hannah Arendt tiene al sentido común como el sentido político por excelencia. Toda la historia de la filosofía sería a su criterio el escenario de un conflicto entre el sentido común y el pensamiento, que interpreta erradamente como un efecto de la hostilidad de las multitudes contra los filósofos. Arendt va más allá vinculando la incubación del totalitarismo con la ausencia de un pensar situado en el sentido común, cuyo ejemplo por excelencia serían las declaraciones de Adolf Eichmann en Jerusalén. 8
Clifford Geertz opina que la cuestión del sentido común dista de haber recibido la atención que merece en la antropología, pues tiene para la misma una relevancia crucial. Ahora bien, ante la evidencia antropológica de generalizar sus contenidos, pues el sentido común es propio de cada época y cada cultura, le atribuye cinco rasgos estilísticos: su naturalidad, su practicidad, su literalidad, su accesibilidad y por fin, su inconsistencia lógica. 9
En la filosofía de Hans- Georg Gadamer, el sentido común adquiere un papel muy relevante en el marco de la contraposición de métodos entre las ciencias naturales y las ciencias del espíritu, entre estas los asuntos de la historia, la hermenéutica y el arte. 10
Las ciencias del espíritu, bajo la hegemonía epistémica de las ciencias naturales, se vieron empujadas hacia métodos inductivos que buscan regularidades para convertirlas en leyes que a su vez permitan la predicción de hechos nuevos. Pero las ciencias del espíritu, y entre ellas la historia, requieren un soporte epistemológico y didáctico completamente distinto, que debería basarse en la bildung (que se suele traducir como “formación”), entendida como la cultura que el individuo adquiere dentro de su propio contexto histórico y social.
Una segunda fundamentación de las ciencias del espíritu la proveería el sentido común en la línea de Vico y de la sabiduría práctica o frónesis aristotélica. El sensus communis sería el conjunto de contenidos e interpretaciones tanto racionales como morales en que se funda una cultura, con la salvedad de que siempre expresa a un grupo humano en particular, distinguiéndose así de la generalidad abstracta de una supuesta razón universal.
Extender sus argumentaciones desde el arte a la arquitectura no ofrece dificultades para Gadamer, más bien lo contrario, pues sería la que ofrece las mejores claves de su pensamiento. La arquitectura, en tanto responde a alguna demanda de utilidad y en tanto se erige en un entorno físico y humano al que agrega su propia contribución, no es nunca exclusivamente una obra de arte y por tanto no puede ser encerrada en un análisis meramente estético.
Como ya deben haber sospechado mis colegas académicos, mientras asisten con paciencia que agradezco desde ya a estas disquisiciones, el sentido de las mismas es invitar a una conciliación de las razones y los valores disciplinarios de la arquitectura y el urbanismo con las razones y los valores del sentido común. Para ese fin, pongo a consideración las siguientes proposiciones:
El sentido común no puede ser tachado de antiguo ni de moderno, simplemente expresa la manera presente de pensar y de actuar de una comunidad determinada.
El sentido común es abarcativo porque no se desentiende de ninguna de las facetas de nuestras disciplinas, sean utilitarias, estéticas o tecnológicas.
El sentido común en la arquitectura y el urbanismo necesariamente debe estar evidenciada por las tipologías y modalidades prácticas que se manifiestan en forma general y permanente en la construcción de los edificios y las ciudades de nuestro medio.
El sentido común no rechaza la renovación, pero tampoco acepta que sea justificada por sí misma.
Es ajeno al sentido común el método de imaginar ideas arquitectónicas en forma abstracta para recién a posteriori buscar los sitios y circunstancias en que dichas ideas podrían materializarse adecuadamente.
Conciliar la arquitectura y el urbanismo con el sentido común requiere conciliar también los lenguajes: se hace muy dificultoso articular y confrontar contenidos si se hablan idiomas diferentes.
La enseñanza y aprendizaje de la disciplina nunca deberían proponerse la eliminación de los saberes preexistentes de los estudiantes, pues en ellos se expresa el sentido común de la sociedad.
Aquella fugaz experiencia de enseñanza del proyecto inspirada en los años 80 por Tony Díaz en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires, puede ser vinculada al sentido común, en tanto este sea el fundamento de la realidad construida:
“… fundar una didáctica nueva que permita una enseñanza consciente de la Arquitectura. Enseñanza que no debe estar basada en la “invención” de proyectos sino en el relevamiento, conocimiento y reelaboración de los elementos de la realidad construida”. 11
Para redondear este discurso traigo a colación una observación de Benedetto Croce, eso si, haciendo el ejercicio de reemplazar “arte” por “arquitectura y urbanismo”, que así dice:
A la pregunta ¿qué es el arte? Puede responderse bromeando, con un broma que no es completamente necia, que el arte es aquello que todos saben lo que es. Y verdaderamente, si no se supiera de algún modo lo que es el arte, no podríamos tampoco formularnos esta pregunta, porque toda pregunta implica siempre una noticia de la cosa preguntada, designada en la pregunta y, por ende, calificada y conocida. Cosa sobre la cual podemos hacer una experiencia de hecho, si nos damos cuenta de las ideas justas y profundas, que escuchamos con frecuencia formular con relación al arte por aquellos que no son profesionales de la filosofía y de la teoría, por los laicos, por los artistas poco amigos de razones, por las personas ingenuas, hasta por las gentes del pueblo…” 12
Eso es todo, muchas gracias.
Referencias:
1 Sabugo, Mario, 2021. “Esquema de una teoría fronteriza del imaginario del hábitat”, en Valeria Bril y Johanna Zimmerman (ed.), Teoría fronteriza: representaciones instituidas y alternativas del hábitat. IAA- Fadu- UBA, Buenos Aires.
2 Geertz, Clifford 1983, Conocimiento local. Ensayos sobre la interpretación de las culturas. Paidós, Barcelona, Buenos Aires.
3 Nun, José 2015, El sentido común y la política. Escritos teóricos y prácticos. Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires
4 Platón, c. 369 AC, Teeteto, Gredos, Madrid, 2011, p. 470.
5 Descartes, Renato, 1637, Discurso del método. Sopena, Buenos Aires, 1964, p. 21.
6 Vico, Gianbattista- 1744, Principios de Ciencia Nueva. En torno a la naturaleza común de las naciones. Folio, Barcelona, 1999., p. 106.
7 Bergson, Henri 1907, La evolución creadora. Cactus, Buenos Aires, 2007, p. 172 y 222.
8 Arendt, Hannah 1958, La condicion humana. Paidós, Barcelona, 1993.
9 Geertz, op. cit.
10 Gadamer, Hans- Georg, 1965, Verdad y método. Salamanca, Sígueme, 1977.
11 Kogan, 2012, 10.
12 Croce 1913, 11.